Pon tu mano entre las mías, mi niña, mis manos están arrugadas, viejas,
cansadas, pero deja que te acompañen un rato en el camino, a tu lado,
por los mismos atajos, a la vez que tu corazón crece y el mío se apaga
al enseñarte lo que guarda dentro. No te sueltes, mi niña.
Marga Loma
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